
Millones de personas llegan a EE.UU. cada año buscando un futuro mejor. Miles mueren en el camino y otros detienen su viaje en países vecinos que no están preparados para recibirlos.
Muchas de estas personas son parte de familias destruidas por la violencia, drogas, alcoholismo, adulterios y más.
Otros destruyen su familia al emprender ese viaje a un futuro mejor pero lamentablemente el resultado es… huérfanos, viudas, cautivos; individuos a quienes estamos llamados a respaldar.
(Sal 146:9 ; Heb 13:3)
Gobiernos, empresas y grupos religiosos tratan de sanar los efectos de dicho problema invirtiendo recursos económicos en alimentos y albergues para los migrantes y en sus países de origen estos grupos luchan para alimentar a los necesitados creando solo una muchedumbre que sigue la corriente solo por los panes y los peces
(Jn 6:26-27)


En algunos programas los capacitan para ser valiosos en el campo laboral pero el problema real radica en el área espiritual lo que conlleva tarde o temprano en la mayoría de los casos al fracaso y destrucción.
Mientras, grupos religiosos por su parte trabajan en sembrar la semilla de la fe pero no logran hacer un seguimiento del crecimiento espiritual pues los problemas y distracciones del mundo ahogan (asfixian) la semilla o simplemente no logran recibir la semilla por tanto dolor.
Su suelo no absorbe los nutrientes, están impermeabilizados.
